בס”ד
OrEinSof.com publica esta nota en honor de Shlomo Alexander ben Reuvén, en el 35º aniversario de su bar mitzváh y por su 35ª lectura anual ininterrumpida de su parasháh: Mishpatim.
Relata el Talmud (Avodá Zará 54b) que si un individuo roba algunas semillas de trigo y las planta en su propio campo, estas semillas no florecen. Parece un hecho imposible, pero veremos, gracias a nuestra parasháh, que así es.
Estamos en parashat Mishpatim, donde abundan las leyes y decretos. Nuestros sabios explican que todos los misterios están codificados en ella, sobre todo los que hacen referencia a los misterios de las almas. Empieza la parashá diciendo:
«Y éstas son las leyes que ordenarás ante ellos».
El Zohar lo interpreta así:
«Éstas son las leyes divinas de las reencarnaciones».
Cuenta el midrash que Moshéh le pidió a Di-s que le explicara cómo es la justicia divina, y HaKadosh Baruj Huh le responde con este cuento:
“Un hombre va a beber agua en un manantial y desgraciadamente le cae al agua un saquito lleno de monedas, pero él no se da cuenta y reemprende su camino.
Al cabo de un rato, un segundo hombre va a beber agua y por sorpresa suya encuentra el saquito con las monedas, y se va del lugar contento con su hallazgo.
Aparece un tercer hombre que quiere beber agua, pero de pronto, el primero se da cuenta de que no tiene el saquito, vuelve al manantial, ve al tercer hombre, y cree que éste le ha robado el saquito.
Como el tercer hombre lo niega, el primero se enoja y lo mata…
Moshéh exclama: “¡Cómo va a ser esto la justicia divina!”
Y entonces HKB»H responde:
“Mira y entenderás. El primer hombre robó la bolsita, el dinero no le correspondía, y por eso ahora no lo tiene. El segundo hombre hacia unos meses había perdido una suma de dinero y ahora la recupera a través de encontrar las nuevas monedas. El tercer hombre había matado al hermano del primero, y ahora este, sin saberlo, lo venga”.
Como vemos, nada es lo que parece.
¿En qué se parece la semilla robada, el misterio de las reencarnaciones de Mishpatim y el cuento de Moisés?
En que el mundo se rige por una justicia divina, invisible a los ojos y al entendimiento.
Lo que está claro es que la semilla robada no florece, y aunque nosotros la veamos florecer, tarde o temprano esta semilla se rebelará contra nosotros, o contra nuestros hijos, o contra los hijos de nuestros hijos.
Mishpatim nos explica que nosotros somos y seremos nuestros propios hijos, ya que somos los padres de nuestros actos, y que nosotros mismos padeceremos la semilla robada, en esta vida o en otra, o aun en otra.
Que tengamos el mérito de que nuestra semilla robada –que seguro que todos tenemos muchas– se pudra apenas plantarla, o como máximo, al cabo de pocos días. ¡Será menos doloroso para todos!
– Moriáh Mazal, Barcelona.