Empieza el mes de Sivan: victoria y confianza

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En este artículo, Rab GINZBURG nos habla del sentido espiritual del caminar, y de como el caminar de la manera acertada nos ayuda a enfocar la vida de un modo más confiado.  ¡Esperamos que os guste…!

caminar playaDe los 12 sentidos que describe la Cabalá, al mes de Sivan le corresponde el “חושההילוך”, jush hahiluj, el sentido de “caminar”.

¿Qué es el sentido de andar? Está claro que no significa sólo caminar con el cuerpo, algo que toda persona sana desarrolla de forma natural. Más bien se refiere al movimiento interior, poder caminar y avanzar en un sentido espiritual. La persona que tiene un desarrollado sentido de andar está siempre en movimiento, pensando constantemente en todo lo que todavía puede crecer y desarrollarse. Desarrollo no es sólo perfeccionar nuestros talentos o progresar en nuestra carrera laboral, sino también y por sobre todo madurar mental y espiritualmente. El deseo de ser mejor, más verdadero, estar más cerca de ese yo íntimo y elevado que tenemos dentro.
Así como los médicos recomiendan salir a caminar diariamente, también la salud mental depende de ir constante hacia lo superior y lo mejor. Frente a la tendencia de andar a la deriva llevados por la corriente de la vida, o la otra alternativa, frenar y quedarnos en nuestra burbuja conservadora, nuestro sentido de la marcha nos llama a despegar los pies del suelo y marchar hacia adelante, incluso en contra de la corriente.
Nos estamos refiriendo a un sentido especialmente judío. La primera orden dada al primer hebreo fue caminar: “Y dijo Dios a Avram, lej lejá, vete para ti, de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré” [Génesis 12:1]. Al contrario de Noaj, que estaba cómodo [noaj en hebreo] con su situación, Abraham escuchó el llamado a alejarse de lo conocido, y justamente así llegar hasta sí mismo (así explican la orden “ve para ti”, ve hacia quien eres en verdad). De hecho esta orden es lo que convirtió a Abraham en ivrí, “hebreo”, es decir alguien que quiere cruzar siempre hacia el otro lado [ever] de la realidad actual.caminar
Por otra parte, el sentido de la marcha es en gran medida lo que nos hace humanos. Hablar, escribir, dibujar e incluso amar, son acciones naturales para nosotros, como todos los actos de un animal. Sólo cuando nos esforzamos por salir de nuestro ámbito conocido y natural estamos dando expresión a nuestra imagen Divina. Nuestro inconformismo con la situación actual incluso nos eleva sobre los ángeles, descriptos en la Torá como “parados”, es decir detenidos en un nivel espiritual, en cambio a los seres humanos se los describe como “caminantes”, es decir que pueden elevarse más y más.
De hecho, el sentido de caminar es tan sublime que, como si fuera, es capaz de sorprender incluso a Dios. Cuándo Abraham tenía 99 años, después de toda una vida de ir por los senderos de Dios, este se le reveló y le dijo (junto con la orden de circuncidarse): “Hitalej lefanai”, «Ve delante de mí». Después de sobrepasar a todos los ángeles y llegar a nuestra esencia exclusiva, la cima del caminar es comenzar a andar antes de Dios, por así decirlo, llevarlo a lugares nuevos e inesperados.
La Tribu de los Comerciantes
De acuerdo con el Libro de la Formación, al mes de Siván le corresponde la tribu de Zebulún. ¿Qué relación tiene Zebulún con el sentido de caminar? Ante todo, la tribu de Zebulún es conocida como una tribu de comerciantes [sojarim]. Los comerciantes andan por todo el mundo, y de allí su denominación hebrea “sjor-sjor”, “gira-gira”. Efectivamente, un sinónimo tanájico de  comerciante es rojel, (“voceador”) que proviene de la palabra roguel, es decir “que va a pie” (reguel).
acuerdoPero la tribu de Zebulún no va por el mundo meramente buscando mercaderías y clientes. Se cuenta que tenía una sociedad especial con la tribu de Isajar: vieron que no podían repartir su tiempo entre el sustento y el estudio de la Torá, entonces llegaron a un acuerdo, los bnei Isajar se asentaron en la tierra y estudiaron Torá, y los bnei Zebulún se dedicaron al comercio y los mantuvieron, repartiendo entre ambos el mérito de estudiar Torá.
A primera vista un acuerdo como este suena bastante dudoso: ¿Es correcto que la tribu de Isajar evolucione espiritualmente y la tribu de Zebulún se hunda en el materialismo terrenal? Aparentemente no, pero en verdad Zebulún e Isajar no compartieron sólo el mérito de estudiar Torá, sino también de accionar para asegurar la existencia misma de la Torá.
Es verdad, la tribu de Isajar se ocupó de estudiar las leyes de la Torá, pero en cuanto a la vida cotidiana, sólo la podía cumplir en forma limitada. En cambio, justamente la tribu de Zebulún, una tribu errante y mercantilista, se enfrentaba todos los días y a cada momento con el desafío de infundir la fe en este mundo, transformando la halajá, la ley teórica en la halijá, una conducta práctica con los pies en la tierra. Comportarse en forma recta y justa con los compañeros y la familia es algo relativamente sencillo, pero hacer esto teniendo que afrontar la dirección de una empresa, dinero, comerciantes, clientes, ya es algo completamente diferente.
La grandeza del comercio honesto se refleja claramente en el Talmud. La primera pregunta que se le hace a la persona cuando se va al otro mundo es “¿tomaste y diste con fidelidad?” Es decir: ¿te has conducido en tus empresas (negociaste) con rectitud y honestidad? ¡Esta es la primera pregunta con la que se evalúa al hombre antes de preguntar cuánta Torá estudió y cuánta sabiduría adquirió! Esta pregunta no sólo es valedera para los comerciantes. La palabra para “comercio”, que se utiliza en la historia original de Zebulún es “prakmatia”, de la cual deriva “pragmatismo”, es decir los actos en general. En la medida en que somos personas de acción, todos somos Bnei Zebulún, con el poder de tomar los principios de nuestra fe y darles una ‘cubierta’ práctica, transformar estos conceptos teóricos en un comportamiento de vida práctico y una conducta en la vida.