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Este es un fragmento del libro de Elias Wiesel titulado «Celebración jasídica», editado en español por editorial Ariel. Elias Wiesel nació en Rumanía en 1918, y fue deportado junto con su familia al campo de concentración de Auschwitz. Sobrevivió junto a dos hermanos. Su sentencia: «…permanecer silencioso e indiferente es el más grande pecado de todos…» queda como breve resumen de sus opiniones sobre la vida, y es la fuerza motriz de su trabajo. Vamos a ver qué dice del jasidismo.
¿Quieren saber lo que es el jasidismo? ¿Conocen la historia del herrero que quería hacerse independiente? Compro un yunque, un martillo, un fuelle y se puso a trabajar. En vano. La forja permaneció inerte. Entonces un viejo herrero a quien fue a pedir consejo le dijo-Tienes todo lo necesario, salvo la chispa. -El jasidismo, es eso. Es la chispa.
¿Qué era el jasidismo en el tiempo del Baal-Shem? Un hombre; el Baal-Shem encarnaba un poderoso llamado a la consolación, a la unidad. Su jasidismo no era ni doctrina filosófica ni ética social, y por supuesto tampoco una nueva teoría mezclada con folklore y discusión: era algo de todo eso a la vez. Era un deseo de llegar a una síntesis: se puede ser judío de más de una manera, pues todos los caminos llevan a alguna parte, a condición que D-s esté presente en el comienzo.
Algunos comparan este jasidismo a una especie de panteismo; están equivocados.. Para los adeptos del Baal-Shem, D-s no es neutro. No es tampoco una abstracción. Es a la vez el aliado y el juez del hombre en el interior de la creación. El lazo que los une es irremplazable; se llama amor. D-s mismo tiene necesidad de amor. Quien ama a D-s será amado a su vez, amado por los hombres y amado por D-s. Es en el hombre que es necesario amar a D-s, pues el amor de D-s pasa por el amor a los hombres. Quien ama a D-s de manera exclusiva, es decir, excluyendo al hombre, reduce su amor y su D-s a una abstracción y el jasidismo del Baal-Shem niega toda abstracción.
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Quien ama a D-s y odia su creación o la menosprecia, terminará por odiar a D-s. Un judío que reniega de sus orígenes o de sus hermanos, para contribuir supuestamente al progreso del género humano, también terminará por traicionarlo. Esto es igual para todos los hombres.
–Atención, tu cochero es peligroso y malévolo decía el Baal-Shem a uno de sus adeptos-. Lo he visto pasar ante la iglesia y no se persignó; si no ama a su D-s, ¿por qué te amará a ti?
Toda la idea jasídica se encuentra en esta anécdota. El Baal Shem se ocupaba más de los hombres que de las teorías: las teorías podían esperar. Sus discípulos-el Maguid de Mezeritch, Rabi Shneur-Zalman de Liadi, Rabí Najman de Bratslav-las formularon más tarde. Por el momento era más urgente comunicar la experiencia antes que el conocimiento, la intuición antes que la deducción.
La mayor preocupación del Baal-Shem era crear lazos en todos los niveles; lo que une a los seres, lo que unifica a la comunidad, era bueno a sus ojos; lo que siembra la división era malo.
También la concepción mística del Likut Nitzotzot, la reunión de las chispas dispersas, se convierte con él en acción concreta más bien que en imagen poética. El papel del hombre, según él, es disminuir la soledad en el mundo; quien la aumenta se sitúa del lado de la muerte.