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Jánuca era la festividad preferida del Baal Shem Tov, el fundador del jasidismo, por ser la festividad de la luz, una luz que llena el alma y calienta el corazón.
Aunque afuera esté frío y oscuro, el resplandor de las velas de jánuca penetra en la profundidad de la noche de invierno, permeándola de calidez y transformando la oscuridad en una fuerza de luz.
¿De dónde proviene la fuerza de las velas de jánuca para no sólo disipar la oscuridad sino transformarla en luz?
Las dos primeras letras de la palabra jánuca, jet nun, significan jen, uno de los ocho sinónimos de «belleza» en hebreo. Jen significa literalmente «gracia» o «favor», y representa el aspecto de la belleza que se expresa a través de la estética de graciosa simetria.
La palabra jen aparece por primera vez en la Torá en el versículo final de la parasha Bereshit, la primera porción del libro Génesis. Dice allí «Y Noé encontró (jen) gracia a los ojos de Di-s». El nombre Noé, en hebreo Noaj (jet nun), es gracia (jen) escrito a la inversa. Como su primera aparición en la Torá está en yuxtaposición a su «opuesto», se nos enseña en cabalá que «jen» representa balance y simetría, especialmente aquella que está compuesta por dos elementos que se reflejan uno en el otro.
Los opuestos que forman la graciosa simetría de jánuca son «oscuridad» y «luz», o como se alude en idioma arameo en el Zohar: «transformar jashoja (oscuridad) en nahora (luz)», cuyas iniciales forman jen.
Ahora podemos empezar a comprender cómo las luces de jánuca consiguen transformar la oscuridad en luz:
La simetría reflectiva es el resultado de dos elementos inversos que poseen una referencia oculta uno hacia el otro. Al definirse en perfecta contraposición uno hacia el otro, tales elementos se unen en un lazo simétrico que confirma la unidad subyacente de su origen común, como por ejemplo entre la luz y la oscuridad. Tal como la luz tiene el potencial de cegarnos con su resplandor (atestiguando que la fuente de la «oscuridad» está incluida dentro de la luz), así también la oscuridad contiene dentro de si el potencial de alumbrar (el poder que tiene el color negro para «brillar»).
En verdad, la luz oculta inherente dentro de la oscuridad es infinitamente más bella que la luz revelada que experimentamos naturalmente. Esto también surge del versículo de Eclesiastes (2:13) donde dice: «Como la ventaja de la luz sobre la oscuridad, así es la ventaja de la sabiduría sobre la necedad». Aunque esta es la interpretación aceptada del versículo, una lectura puramente literal de las palabras sugieren una interpretación alternativa: «Como la ventaja de la luz que viene de la oscuridad es la ventaja de la sabiduría sobre la necedad», implicando entre otras cosas que la luz que emerge de la oscuridad misma es la verdadera fuente de la superioridad de la sabiduría. Sigue leyendo