Shavuot o la metáfora del converso

Nuestros sabios nos enseñan que el período de tiempo que va de Pésaj a Shavuot forma parte de una única entidad, como si fuera un Jol Hamoed de cincuenta días. Efectivamente, la fiesta de Shavuot también es llamada Atzeret, fin de fiesta, como el final de la festividad de Sukot, llamado Sheminí Atzeret, es decir, “en el octavo pararás”.

La Jasidut nos enseña la importancia del séptimo día, ya que nos revela el lazo existente más allá de la realidad que une a D-os y a Israel. Pero, así como el siete es símbolo de una manifestación de orden natural, el ocho simboliza la relación que transciende la racionalidad.

Cuando estudiamos Toráh transcendamos la realidad y la racionalidad, y creamos un espacio íntimo entre el Creador y nosotros.

En Shavuot el Creador nos entrega la Toráh. Pero esto no es suficiente. Todo dador necesita un receptor, y tan importante es que D-os nos dé la Toráh, como que nosotros la recibamos a través de su estudio.

La recepción de la Toráh está simbolizada por el converso, y así nos lo quieren dejar bien claro nuestros sabios, instaurando la lectura de Meguilat Ruth en Shavuot. Por si alguien no queda convencido de esto, nuestros sabios nos dejaron otra pista:

La entrega de la Toráh se relata en parashat Yitro, también converso.

Los mayores y más ilustres comentaristas, targumistas, talmudista y otros “istas”, también son conversos o hijos de conversos. Recordemos a Onkelos, a Rabí Akiva o a Rabí Meir.  

Pero el converso, no nos confundamos, es sólo una metáfora: la metáfora del recibir. Como dijimos anteriormente, D-os no da la Toráh en Shavuot, pero esto no basta, tenemos también que recibirla.

¡Seamos todos, pues, como conversos, para recibirla Toráh!

¡Shabat Shalom y Jag Shavuot Sameaj!

Moriah Mazal, Barcelona