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En la entrega anterior:
Se puede sacrificar al feto a fin de salvar de la muerte a una mujer que está de parto. Pero, si ya sacó la cabeza, el nacimiento ya tuvo lugar y no tiene uno derecho de sacrificar una vida por otra (Hoshen Mishpat 425/2 – Iguerot Moshé Hoshen Mishpat, Vol. 2 Cap. 69 y 70).
Aborto vs Ética Médica Judía | Parte V
¿Qué opinan al respecto otras culturas, legislaciones y religiones?
La mayor parte de las legislaciones de las culturas antiguas –tanto religiosas como seculares– han considerado el aborto como un acto prohibido, por consideraciones morales de rechazo a la interferencia del proceso natural de embarazo. Sin embargo, la oposición moral en la teoría no siempre era acompañada por la ejecución legal.
En general, las culturas orientales eran siempre más firmes en su oposición para el aborto que las naciones occidentales.
El budismo prohibió la terminación del embarazo por motivos religiosos y era duro el castigo de los que realizaron abortos. Esto provino de la creencia que las almas de los niños abortados eran malas y peligrosas al medio ambiente. En los códigos antiguos indios legales, el Aryas y el Manava Dharma-Sastra, el aborto era considerado como asesinato, y por lo tanto fueron prohibidos.
En la Persia antigua, la religión Avesta prohibió el aborto. El Código Asirio prescribió la pena de muerte para las mujeres que tenían abortos, al extremo de no permitir a tales mujeres ser enterradas.
En el antiguo Egipto el aborto fue considerado un serio crimen, pero la severidad del juicio es confusa, en particular a la luz del hecho que el infanticidio abiertamente fue tolerado en Egipto. El decreto real del faraón que “cada varón nacido sería echado en el río” no fue una desviación de la norma corriente.
Un estudio de literatura antigua griega revela una actitud ambivalente. Ovidio, Séneca, Plutarco, y Juvenal todos hablaron del aborto como “un crímen contra el cual nadie protesta” por un lado, pero como un fenómeno generalmente aceptado sobre el otro.
Los filósofos Pitagóricos entendieron que desde el comienzo, el feto debe ser considerado una criatura viva y por esta razón prohiben que se lo dañe. Esta opinión podría ser uno de los orígenes del conocido Juramento Hipocrático.
En contraste, los filósofos Platónicos y Estoicos creían en la vida del feto en el momento del nacimiento, y por lo tanto ellos no expresaron ninguna oposición para la terminación de embarazo. Platón estaba a favor del aborto obligatorio para cualquier mujer encima de la edad de cuarenta. Aristóteles, por otra parte, tomó una postura intermedia, manteniendo que “la vida” comienza cuando la madre siente el movimiento fetal. En consecuencia él recomendó abortos por motivos sociales a condición que ellos fueran realizados antes de “la primera patada del feto”.
En todas partes del Imperio Romano no había ninguna prohibición legal contra abortos y ellos eran bastante comunes. El Derecho Romano Antiguo se destaca por considerar a la matanza de un feto legal definiéndolo como viscerum matris (una parte del cuerpo de la madre) y no como una criatura viva separada.
Filo de Alejandría documenta una creencia helenística que los bebés no tenían el estado humano hasta que comenzaran a comer el alimento regular. Casi ochocientos años más tarde (alrededor de 800 aEC), el Consejo de Metz no había impuesto ningún castigo por matar a infantes y sólo después del advenimiento del Cristianismo se mantiene que el estado del feto es idéntico al de alguien que ya ha nacido.
A partir de la Revolución Francesa surgen cambios marcados sobre los valores de la sociedad occidental.
Aunque durante muchos años se mantuvo la prohibición legal en muchos países, algunas prohibiciones criminales contra el aborto fueron canceladas. Los países en los cuales la ley fue cambiada, incluyen los Estados Unidos, Holanda e Israel.
Continuará…
Dra. Patricia Bogdanov | Bioquímica de profesión, doctorada en Ciencias Químicas. Especialista en Microbiología y en Estrés Oxidativo Celular. Excatedrática de la Universidad Nacional de Córdoba, anteriormente investigadora en la Universidad de Barcelona. Actualmente investigadora de la EFSD, European Research Programme in Micro- and Macrovascular Complications of Diabetes. Patricia trabaja en el Institut de Recerca Hospital Universitari Vall d’Hebron de Barcelona.
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