בס”ד
Estimad@s tod@s,
Empezamos la semana agradeciendo a una de nuestras lectoras habituales, por compartir con nosotros un artículo muy apropiado para la festividad que se aproxima. Es un placer recibir vuestros comentarios y más aún, vuestros escritos para compartir en éste, nuestro punto de encuentro con el misticismo judío.
Animamos a tod@s a hacernos llegar una anécdota, una enseñanza, alguna reflexión relacionada con nuestros temas, con la Kabaláh, etc. Poco a poco nos estamos convirtiendo en una gran familia de lectores y seguidores del rav Ginsburgh. Con gusto compartiremos vuestros escritos en esta sección «De Nuestr@s Lector@s» que hace un tiempo inauguró nuestra amiga Moriáh, de Barcelona. Gracias de nuevo Moriáh. Shavúa tov a tod@s, y esperemos os guste este artículo, tanto como a nosotros. Edit Or.
Tu biShvat y la Curación del Alma
Los Bnei Israel acaban de salir de Mitzráim, pero el Faraón les persigue. Quedan atrapados entre el Yam Suf y el ejército del Faraón. Milagrosamente las aguas se abren para dejarles paso, y se cierran justo cuando el ejército persecutor está cruzando, acabando con todos ellos.
Tras tres días en el desierto, las quejas de Israel empiezan. Llegan a un lugar llamado Mará, donde el agua escasea, y la disponible está amarga. Moshéh logra endulzar las aguas de Mará para que el pueblo beba. Seguidamente llegan a Elim, donde se encuentran con setenta palmeras.
El éxodo de Egipto también se puede entender como una interpretación mística del alma y su separación del cuerpo después de la muerte. Mitzráim comparte raíz con metzarim, constricciones o limitaciones.
No es luego de extrañar que el cuerpo sea comparado a Egipto, ya que éste limita los poderes del alma, forzándola a concebir la realidad en términos temporales y espaciales.
Los tres días en el desierto corresponden a los tres días del deambular del alma cuando se separa del cuerpo. La Toráh es el alimento del alma, y como bien sabemos se compara con el agua. Pero el alma, una vez despegada del cuerpo, no puede estudiar Toráh, de ahí las quejas de los Bnei Israel en Mará, literalmente amargura, ya que no tienen qué beber.

Imagen © Keren Kayémet leYisrael קרן קימת לישראל
Di-s mostró a Moshéh un árbol.
Moshéh lo tiró al agua y el agua se endulzó. Sabemos que el alma de los árboles y las plantas tienen capacidades curativas, capaces de endulzar enfermedades y otras amarguras. Pero en este caso el árbol en cuestión hace alusión al Árbol de la Vida, que alude a su vez a la Toráh, como versa el proverbio:
“Ella (la Torá) es árbol de vida a los que la abrazan, y bienaventurados son los que la retienen”.
Di-s dice a los Bnei Israel que si escuchan su voz no enviará sobre ellos las dolencias que impuso a Egipto. A continuación encontramos la siguiente afirmación: “Ki Aní HaShem Rofeja”, es decir,
“Yo soy el Eterno, Quien te cura”.
Rashí dice que es Di-s que enseña Toráh y mitzvot para que nos salvemos de las dolencias y declara:
“Ella (la Toráh) será remedio para tu ombligo”.
La letra péy de rofejah no lleva daguésh, lo cual el Baal haTurim interpreta diciendo que se trata de la curación que viene del cielo y que es suave.
En Elim, volvemos a encontrar árboles, esta vez setenta palmeras, en alusión a shivim panim la Toráh, los setenta rostros de la Toráh.
¿Qué quiere decir esto? En el tratado talmúdico de Shabat se comparan las enseñanzas de la Toráh con el golpe de un martillo en el hierro, en el que todas las chispas, aunque salgan disparadas en mil direcciones, todas provienen de la misma fuente.
Así es Israel, con setenta caras, e incluso más, todas ellas en busca de la divinidad, cada uno a su manera. ¡Que este Tu Bishvat nos ayude a encontrar nuestra cara, a través del estudio de la Toráh!
¡Baruj Roféh jolim – Bendito el Que cura a los enfermos!
— Moriáh Mazal, Barcelona.