El Milagro de Janukáh

בס”ד

Un mensaje de Toráh para el mes de Kislev

del rav Itzjak Ginsburgh

Luz de uno de los brazos de la Janukiáh pública en Barcelona, 5772.

Janukáh era la festividad preferida del Baal Shem Tov, el fundador del jasidismo, por ser la festividad de la luz, una luz que llena el alma y calienta el corazón.

Aunque afuera esté frío y oscuro, el resplandor de las velas de Janukáh penetra en la profundidad de la noche de invierno, permeándola de calidez y transformando la oscuridad en una fuerza de luz.

¿De dónde proviene la fuerza de las velas de Janukáh para no sólo disipar la oscuridad sino transformarla en luz?

Las dos primeras letras de la palabra Janukáh, jet nun, significan jen, uno de los ocho sinónimos de «belleza» en hebreoJen significa literalmente «gracia» o «favor», y representa el aspecto de la belleza que se expresa a través de la estética de graciosa simetría.

La palabra jen aparece por primera vez en la Toráh en el versículo final de la parasha Bereshit, la primera porción del libro Génesis. Dice allí

«Y Noé encontró (jen) gracia a los ojos de Di-s».

El nombre Noé, en hebreo Nóaj (nun jet), es gracia (jen) escrito a la inversa. Como su primera aparición en la Toráh está en yuxtaposición a su «opuesto», se nos enseña en kabaláh que «jen» representa balance y simetría, especialmente aquella que está compuesta por dos elementos que se reflejan uno en el otro.

Los opuestos que forman la graciosa simetría de Janukáh son «oscuridad» y «luz», o como se alude en idioma arameo en el Zohar: «transformar jashoja (oscuridad) en nahora (luz)», cuyas iniciales forman jen.

Ahora podemos empezar a comprender cómo las luces de Janukáh consiguen transformar la oscuridad en luz:

La simetría reflectiva es el resultado de dos elementos inversos que poseen una referencia oculta uno hacia el otro. Al definirse en perfecta contraposición uno hacia el otro, tales elementos se unen en un lazo simétrico que confirma la unidad subyacente de su origen común, como por ejemplo entre la luz y la oscuridad.

Tal como la luz tiene el potencial de cegarnos con su resplandor (atestiguando que la fuente de la «oscuridad» está incluida dentro de la luz), así también la oscuridad contiene dentro de si el potencial de alumbrar (el poder que tiene el color negro para «brillar»).

En verdad, la luz oculta inherente dentro de la oscuridad es infinitamente más bella que la luz revelada que experimentamos naturalmente. Esto también surge del versículo de Eclesiastés (2:13) donde dice: «Como la ventaja de la luz sobre la oscuridad, así es la ventaja de la sabiduría sobre la necedad».

Aunque esta es la interpretación aceptada del versículo, una lectura puramente literal de las palabras sugieren una interpretación alternativa: «Como la ventaja de la luz que viene de la oscuridad es la ventaja de la sabiduría sobre la necedad», implicando entre otras cosas que la luz que emerge de la oscuridad misma es la verdadera fuente de la superioridad de la sabiduría.

La luz escondida inherente dentro de la oscuridad debe ser «encendida» dentro de la conciencia a fin de transformar el opaco reino de la Creación en una expansión translúcida de luz Divina. Aquí yace el secreto de la redención, expresado en la kabaláh como el proceso de redimir esos fragmentos o «chispas» de luz Divina que fueron dispersados a través del universo cuando se rompieron los recipientes primordiales de luz, moldeados en los albores de la Creación, y que descendieron a los mundos inferiores.

Paralelamente a la restauración cósmica de esas chispas Divinas, se produce un proceso aquí abajo por medio del cual las almas perdidas de Israel son incitadas a reencontrarse con su pueblo, su tierra y su Di-s.

El milagro de Janukáh representa la habilidad de revivir la chispa Divina de Luz que habita escondida en el alma de cada judío, independientemente de cuán concientes estén él o los demás de su existencia. Se cuenta que en sus años de juventud, el Baal Shem Tov llevaba y traía a los pequeños niños judíos al jéider (escuela) local. Acostumbraba poner su santa mano en el corazón de cada uno y lo bendecía que cuando crezca sea un «judío cálido» (en yídish «a varemer id«). Ni siquiera un corazón frío como una piedra podía resistirse a absorber el ardiente amor de Di-s y el hombre, y el deseo fogoso de redención que radiaba de su contacto.

El secreto de jen en relación a Janukáh implica que, aunque los judíos puedan parecer estar en total conflicto uno con el otro, en verdad –en el más íntimo punto de fe arraigado dentro de su ser– son uno, y en su aparente oposición se están reflejando realmente uno en el otro.

La naturaleza y posturas opuestas que emergen del infinito diálogo interno que abarca la historia del pueblo Judío, proveen los elementos de la trama del bellísimo tapiz de la existencia judía que se mostrará al final de los días.

El clásico ejemplo de antagonismo difundido con jen es el de la continua oposición entre las escuelas talmúdicas de Hillel y Shamai; una de sus más famosas disputas se refiere al orden del encendido de las velas de Janukáh.

De acuerdo con la escuela de Hillel, comenzamos encendiendo una vela en la primera noche de Janukáh y luego aumentamos sucesivamente una vela adicional cada noche.

La escuela de Shammai toma la posición opuesta, estableciendo que deberíamos encender las ocho velas en la primera noche y luego ir eliminando progresivamente una vela cada noche, hasta quedar con una sola en la octava y ultima noche.

En esta discusión encontramos la máxima expresión de la simetría de jen.

Aunque diametralmente opuestas ente si, las dos posiciones tienen validez.

La práctica común en nuestros días dictamina que debemos conducirnos de acuerdo a la opinión de la escuela de Hillel, no obstante, está dicho que en el mundo venidero la ley será de acuerdo con la de Shammai. En verdad las dos opiniones se sostienen simultáneamente, tal como la realidad de este mundo y la del venidero no están separadas en el tiempo sino que van paralelas. La diferencia está en el énfasis de la conciencia.

El poder de jen inherente en Janukáh nos permite armonizar las radicales contraadicciones que nos acompañan a través del tiempo hacia el umbral de la era Mesiánica.