Columnistas Invitad@s | Toráh y Ecología (3)

בס”ד

En la entrega anterior:

La norma de la Toráh que apunta más directamente a la preservación ecológica es la conocida como “Bal Tashjit” (No destruirás). En Devarim 20:19 leemos “Cuando sitiares alguna ciudad por muchos dias peleando contra ella para tomarla, no ​destruirás sus árbolesalzando contra ellos el hacha porque de ellos podrás comer, por tantono los cortarás (porque el hombre ha de menester el árbol del campo) para servirte de ellos…”

Si te has perdido alguno: puedes recuperar los capítulos anteriores pinchando aquí.

La mención de destruir «alzando un hacha» no es tomada por la halajáh como un medio exclusivo de destrucción, sino que queda prohibida cualquier clase de depredación, como por ejemplo el desvío de canales de riego sin los cuales el árbol se marchita y muere. Asimismo la noción de «árboles de frutos» se extiende hasta cubrir practicamente todo lo demás, y no solo árboles.

Cualquiera que rompa vasijas, que derrumbe lo que esta construído, que detenga fuentes o desperdicie la comida de una manera destructiva, transgrede el mandamiento de «Bal Tashjit».

Los Sabios del Talmud hicieron una prohibición general en contra del desperdicio (ver Maimónides, Hiljot Melajim 6:10).

Bal Tashjit prohibe la destruccion completa o incompleta, directa o indirecta, de cualquier objeto de beneficio potencial para la gente. En Devarim 22:1 dice:

“Si vieres extraviado el buey de tu hermano, o una res de su ganado menor, no te apartarás de ello con disimulo; sin falta los harás volver a tu hermano”.

Vemos que la Toráh introdujo el concepto de la ecología en el mundo; sus mandatos prohíben al hombre ejercer una irreflexiva interferencia sobre los procesos naturales que hacen posible la vida sobre la Tierra. Cuando en Bereshit 1:28 leemos: «…Sed fructiferos y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla…», de ninguna manera significa que el hombre manifieste una brutalidad insensible contra el mundo subhumano y que su derecho a sojuzgar la naturaleza sea ilimitado. Muy por el contrario, el rol dominante del hombre en el mundo implica la correspondiente responsabilidad por mantener el orden natural.

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